Un punto de encuentro para aquellos que sufren cualquier forma de dolor crónico en su propio cuerpo y para quienes lo sufren como pareja, familiares, amigos o personal médico y sanitario. Un lugar abierto a quien desee exponer su caso o estudios o consultar sus dudas o realizar encuestas específicas o desahogarse… cómo y cuándo se quiera.

jueves, 8 de noviembre de 2007

BASTARÍA UNA RAZÓN PARA CREERME (EPÍSTOLA)

Comprendo todas tus decisiones, aunque me duelan o me gustara que no hubiese sido así o que sea una reacción pendular que acabará regresando al punto medio, aunque, haciendo un esfuerzo de extrapolación –es mucho más difícil para uno mismo-, concluya que no pienso que esa filosofía –tuya y de la mayoría de los europeos- sea lo mejor para tu persona: no obstante ha sido esa tú legítima y sopesada decisión y no puedo objetar nada.

Lo que sí me duele y me ha dolido y me dolerá y no entiendo es que no me creas –pensaba que te habías cambiado al respecto, pero parece ser que sólo era cortesía-, que opines tan injustamente para conmigo: que el prejuicio se convierta en sentencia, una sentencia psicológica.

Sí que es cierto que el dolor esta presente en mi mente casi todo el tiempo. Pero es que lo que define al dolor crónico es la insoportable presencia minuto tras minuto del dolor, porque no se puede escapar de él.

También lo define o son efectos del dolor crónico, además de la desesperante convivencia con él:

• el cambio de carácter, tornándose más irritable.
• el insomnio
• la desesperación vital
• el sentimiento de inutilidad
• el sentimiento de ser un bicho raro al que casi nadie, ni la mayoría de los médicos, cree; y así uno se va aislando de la sociedad poco a poco, por un rechazo mutuo.
• Y, como confluencia de todos los efecto anteriores, la ansiedad y la depresión y lo que conllevan.

Te digo que entiendo que yo te sea insoportable o que no desees convivir en ese ambiente. Pero me duele profundamente, tal vez hasta más que me hayas dejado, que tú, que me has visto, que has leído los informes médicos, tú que sabes todo de mí y has leído algunos de mis pensamientos, no me creas y me hables todavía de que es algo mental y que no lucho.

Todos los días lucho –salvo en los que desfallezco- y más de lo que te imaginas:

• Lucho por alejar mi cerebro de él, y por eso siempre estoy en internet o intentando sobrellevarlo bien, por no desesperarme cuando duele en diez sitios a la vez y sólo tengo una manta eléctrica o las pastillas tardan en hacer efecto y, cuando surten efecto, te conviertes casi en un vegetal;
• Lucho por no pensar en suicidarme a todas horas;
• Lucho al crear EL FARO DEL DOLOR y ayudar –y ayudarme- a otros a no sentirse solos y saber de novedades para sus dolencias –y no sé por qué tampoco esto es loable para ti-;
• Lucho por levantarme cada mañana, a pesar de no haber dormido apenas o nada –como hoy o la noche del jueves, respectivamente-;
• Lucho por salir a pasear, por coger el coche aunque cualquier bachecillo o giro me cause dolor –¿no viste cuánto me dolía cuando me extendiste la pomada?- y a pesar de ir con miedo porque la medicación me quita la capacidad de control de los movimietos;
• Lucho por disimular frente al mundo para que no hagan leña del árbol caído, trabajando aunque esté postrado.
• Fui a la acupuntura y me dice que está muy mal la espalda. Me ve el Dr. Robaina y me dice que hay que intervenir cuanto antes porque toda mi espalda, en la zona lumbar, es pura fibrosis –cicatrices internas de las operaciones que van creciendo y presionando los nervios y más aún con el problema previo de pérdida de un 30 % del nervio ciático, que es como si uno tuviera en la pierna un cable pelado dando chispazos y calambrazos y quemando ka carne a cada rato- y que eso no tiene vuelta atrás y que el dolor va a ir creciendo… Lucho buscando como sanar –ahora resulta que era malo haber confiado en tu ayuda de antaño y que haga lo que haga es poco o nada-.
• Lucho por no pasar a la morfina, pues aunque la medicación actual funciona bastante bien los días normales, durante los días de crisis, como desde el jueves, no hace tanto. Porque la morfina significa estar todo el día completamente atontado y con muchos más desagradables efectos secundarios;
• Lucho por no liarme a tortas con el que hace comentarios con doble sentido sobre mi condición de pensionista o me mira y habla con los ojos y prejuzga o supone, sin conocimiento de causa, que es todo un rollo, o a quien busca una excusa para concluir una conversación y apartarse de mí –aunque sea instintivo huir de los enfermos…
• Y es prueba de que lucho el que, a pesar de que a veces pienso que tu actitud es una traición, a pesar de que me hagas daño con tu indiferencia cuando estoy al máximo del dolor o me hundas cuando me dices que es psicológico y no me crees, te sigo amando –cuando cualquiera me diría que te mandara al ca…; tal vez porque aún te considere mi esperanza- y lucho por no volverme loco al no cuadrarme en el cerebro tus decisiones y tus actos.

No te pido que te compadezcas o que vuelvas conmigo por rogarte que creas en mí, sino solamente que confíes en mi palabra –el dolor no se ve-, que no pienses que me regodeo en el dolor –porque pido todos los días que esto sea una pesadilla y que al despertar sólo sea un mal sueño-. Simplemente con creer en mi palabra, me ayudarías más que cualquier otra cosa. Nadie duda de tus dolores menstruales o de tus malestares o sentimiento de cansancio. Y, sí, tú haces cosas por remediarlo, pero yo también lo intento, en la medida de mis posibilidades. No sé por qué piensas que miento o que he tirado la toalla, mas, por lo que más quieras, intenta, al menos, creerme y comprenderme como yo lo hago, o lo intento, contigo.

No creo que sea pedir mucho, más cuando dices que jamás me harías daño.




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2 comentarios:

  1. Creo que algunas de tus luchas, son el día y noche, de las mías.
    Saludos

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  2. Sólo puedo, 'abstractos', agradecerte tu lectura e invitarte a participar en esta página.

    Saludos

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